Entrevista Cadena SER

La experiencia de nuestros alumnos (XIII)



Jorge nos cuenta su experiencia de aprender a patinar, y su similitud con la escritura.

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En  el verano del 2014 salía a caminar a paso ligero mientras escuchaba una estupenda selección musical que recopilé en su momento para la ocasión. Durante esos paseos diarios en los que enseguida comencé a notar la mejora de mi estado físico me topaba cada vez más con patinadores que se desplazaban por la ciudad con distintas configuraciones: en solitario, en pareja, en grupos más y menos numerosos. Todos ellos parecían felices y sanos. Pero sobre todo parecía que disfrutaban de lo que hacían. Y entonces supe que yo quería ser como ellos, uno más de ellos.

Cuando comencé mis mis primeras clases de patinaje llevaba ya unos meses con ciertos problemas de salud muy relacionados con el estrés, exceso de trabajo y, por qué no decirlo, también el exceso de peso. Un bonito cuadro para un cuarentón.

Como tenía dificultad en adaptarme a los horarios de un curso, decidí comenzar con clases individuales. En menos de un mes me convertí en un tipo promiscuo: mantuve una relación con tres pares de patines diferentes. 

Tengo que reconocer que después de mis cinco primeras clases no me veía listo para hacer alguna ruta por ciudad (y mucho menos solo) que, al fin y al cabo, es lo que pretendía. Mi primera salida por la ciudad fue un desastre.

Mi inseguridad me hizo tomar algunas decisiones: continuar con algunas clases más, por ejemplo, y dejar de ser un aprendiz de patinador promiscuo para centrarme en una única (y muy estable) relación con mis Twister.

He olvidado contaros que soy escritor. También soy profesor de escritura creativa. Eso significa que enseño a contar historias y plasmarlas en papel. Mis alumnos me preguntan a todas horas qué es lo que hay que hacer para escribir bien. No tiene misterios, les respondo: leer mucho, escribir mucho y reescribir mucho. Y sí, un taller de escritura te puede ayudar, te puede orientar y te puede quitar muchos miedos. Pero a escribir, como a todo lo demás, se aprende si escribes. Y cuanto más mejor.

Os cuento esto porque gracias a mi experiencia como profesor de escritura creativa enseguida establecí una similitud con mis clases de patinaje. En este caso yo era el alumno. He conocido mucha gente que venía a nuestras clases de escritura creativa y no sabían contar historias. Y muchas de esas personas han conseguido ser buenos escritores. Así que no me quedaba otra que llegar a la conclusión de que a patinar se aprende patinando.

Y en esas estoy. No sé cuál podría ser el equivalente en patinaje al “lee mucho, escribe mucho y reescribe”. Pero, en cualquier caso, varios meses después ya me siento seguro para hacer rutas por la ciudad, cada día mejoro mi técnica y experimento cosas nuevas (no me he salido del tema del patinaje) y el próximo mes de marzo aprovecharé un viaje a Nueva York para darme un paseo por Central Park con los patines.

Cada semana salgo tres o cuatro días con los patines y me desenvuelvo cada vez mejor. Siempre me adelantan otros patinadores dueños de una técnica y un estilo envidiables que desconozco si alcanzaré alguna vez. Pero no me preocupa. Yo sigo a mi marcha, con mi colección de canciones y con la sensación de mejora continua. Eso sí, disfruto de cada salida y de vez en cuando percibo alguna mirada perdida de algún peatón que intento descifrar. Sí, intuyo lo que significan esas miradas: ellos también quieren ser como nosotros. Uno más de nosotros.